Según la Real Academia Española, excesivo es aquello que se excede y sale de la regla, y es precisamente esa segunda acepción es la que mejor define a la persona y al recital que este lunes ofreció en Zalacaín el gran Soren Peñalver. Él mismo, en uno de sus últimos poemas, utilizó la definición de excesivo, pero auténtico, y yo me he tomado la libertad de añadirle el adjetivo de necesario, porque si hay algo que es Soren, es necesario.
Soren, que es muchas cosas (escritor, traductor, rapsoda, crítico, escenógrafo, etc), se vistió este lunes de poeta, una etiqueta que no le gusta pegarse pero que, en mi opinión, tiene muy merecida.
Hacía tiempo que no ofrecía un recital poética tan completo y emotivo y,quizá por eso, los que tuvimos la ocasión de escucharle disfrutamos como hacía mucho. Soren no se limitó a leer sus poemas más conocidos, sino que preparó un recital en el que estaban presentes sus primeros versos, cuando era un adolescente, como es el caso del soneto que leyó, y también sus penúltimos, quizá más sociales y comprometidos.
Entre medias, nos deleitó con prosas poéticas, con homenajes Amy Whitehouse o al flamenco, como en Fandango y sueño en Morón de la Frontera, poemas tao y algunos momentos de su vida inmortalizados en poemas como Amantes y errabundos. En resumen, un corpus poético evolutivo y equilibrado que nos da la medida de lo ingente que ha sido su vida y obra.
Como siempre, aunque esta vez con mayor motivo, el Zalacaín se quedó pequeño para escuchar los versos del maestro, un maestro de muchas generaciones, pero en especial de todos los jóvenes, quizá porque siempre tuvo y tendrá un alma enternamente joven y despeinada. Muchos de ellos tenemos que darle las gracias por su aliento constante a la poesía y a la cultura.
Finalmente, antes de despedirme, recordaros que la semana que viene tendremos el placer de escuchar a la poeta Clara Plath, a las 21.30 horas, que además nos presentará su primer poemario, otra gran joya que ve la luz este año 2012: En agua de cerezas.
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